Maya es el arte de un Dios desconocido. Todo arte es un engaño, por lo tanto, Maya es un engaño. Así, mientras nos abandonemos al engaño de Maya, veremos muchos seres y no Uno solo, y entonces habremos de vivir en el mundo de los fenómenos que nos muestran objetos separados. Y sin embargo, no es el Dios desconocido quien nos engaña. Somos nosotros mismos, en tanto que creemos ser individuos separados, quienes nos engañamos. En varios pasajes de El nacimiento de la tragedia, Nietzsche se refiere al misterioso velo de Maya, cuya eliminación nos lleva a descubrir que todo es Uno. Nietzsche cree que el arte puede disolver el velo de Maya. En el siguiente pasaje, el filósofo alemán sostiene que es el ditirambo un instrumento para rasgar el velo de la ilusión:
“En el ditirambo dionisiaco el hombre es estimulado hasta la intensificación máxima de todas sus capacidades simbólicas; algo jamás sentido aspira a exteriorizarse, la aniquilación del velo de Maya, la unidad como genio de la especie, más aún, de la naturaleza”. Nietzsche nos habla de que el hombre puede estimular sus capacidades simbólicas en el ditirambo. Y aqui entra una cuestión
importantes, saber de que hablamos cuando nos referimos a simbolo.
Ensayemos una posible aproximación al problema del símbolo. Símbolo es aquello que representa algo para alguien. Aquello que representa algo para alguien es lo que indica cierto significado. Por lo tanto, el símbolo es lo que indica cierto significado. El símbolo es un medio para representar significados, aunque la mayoría de los símbolos son producto de una convención, y no son autoevidentes, y su significado puede llegar a ser contrario entre distintos contextos. Por ejemplo, en muchas leyendas aparece un filtro de amor capaz de hacer nacer el amor entre dos seres que no se aman. En cambio, el filtro de amor que aparece en Tristán e Isolda no es la causa de la pasión que despierta entre los protagonistas, sino un símbolo del amor absoluto que ya vivían los amantes antes de probar la bebida: “Las personas que no quisieron creer en un amor tan absoluto —porque jamás se dio en sus vidas—, inventaron el filtro de amor, el recurso mágico capaz de desencadenar semejante portento. Richard Wagner, quien creía en el amor incondicional, adoptó en su ópera el filtro de amor, pero no le concedió una función creadora, sino sólo desencadenante: la pócima eliminó las inhibiciones, las barreras psíquicas que obstaculizaban el camino a la libertad, a un sentimiento preexistente: el filtro no hizo nacer el amor, sólo lo ayudó a salir a la superficie, invencible, y colmar dos vidas más allá de todo lo terrenal”. Es claro en el ejemplo como el simbolo adquiersignificados diferentes según la forma en se los manipule.Y aqui reside el poder del arte, el poder de manipular los simbolossea para crear nuevos significados o para correr el velo
que nos impide ver nuestra naturaleza. Wagner quiere presentar su obra con la forma de una tragedia. La tragedia es aquella obra donde ciertos personajes sufren un castigo porque han roto una regla. Tristán e Isolda es una tragedia porque el amor que han conocido no puede sino consumarse con la muerte de los protagonistas, que han transgredido el orden social: Tristán llevaba a Isolda para entregarla como esposa del tío de Tristán, y transgreden la norma cuando se enamoran. Pero, ¿qué importa la muerte una vez que se conoce el amor absoluto? El filtro de amor es símbolo del amor, pero no el origen del amor. Demás esta decir que la concepción de tragedia de Wagner
es hija de la de Nietzsche.
En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche se acerca a la tragedia como elemento estético y metafísico; esta obra es un trabajo en el que este todavía joven filósofo tomará muchas de sus ideas de Schopenhauer. Así, dado que Schopenhauer reconoce que el mundo puede considerarse de dos maneras distintas, como representación y como voluntad, Nietzsche tomará esta pareja y la equiparará con Apolo (representación) y Dioniso (voluntad). Por eso, según Nietzsche, la tragedia consta de dos elementos: uno de ellos, Apolo, se muestra como el responsable del brote del mundo del ensueño al que nos hemos estado refiriendo (representa el velo de Maya) Para Nietzsche, el mundo del sueño es mesurado, una expresión de alegre reposo necesario para vivir de acuerdo con el mundo de la luz, pues Apolo es un Dios de apariencias, y éstas sólo pueden manifestarse bajo el hechizo de la luz.
El velo de Maya es producto de Apolo, Apolo es pues, el Maya es producto de Apolo, Apolo es pues, el dios que nos entrega la experiencia de los sueños y del mundo visible. El mundo visible es el mundo como representación, determinado por el tiempo y el espacio, que son la condición que hace que aquello que es uno, aparezca como múltiple, ya sea en serie, ya sea de manera simultánea. El tiempo y el espacio son el principium individuationis. Apolo es un elemento estético que nos otorga el don de la medida, y aunque puede enojarse, su imagen siempre estará adornada por el nimbo de la belleza. La mesura es un elemento Apolíneo en el arte, un elemento que distingue a la tragedia. El siguiente elemento de El nacimiento de la tragedia es la verdad de Dioniso, la cual nos dice que el mundo es uno. Más arriba citamos cómo Nietzsche dice que el ditirambo dionisiaco conduce al hombre hasta la estimulación superlativa de su genio simbólico; para expresar algo jamás sentido, lo cual desea hacerse presente: la disolución del velo de Maya, que nos descubre la unidad de la especie, e incluso, de toda la naturaleza. Los individuos se reúnen en uno solo, y entonces, a pesar del miedo que pueda producir la desaparición de nuestra identidad, “[...] somos los hombres que viven felices, no como individuos, sino como lo único
Dionisio tragedia. El primero es apariencia, el segundo
unidad.
La verdad de Dioniso puede aparecer cuando se atraviesa el velo de Maya para llegar al entendimiento de que todo es Uno. En esto, Nietzsche coincide con Schopenhauer, pues para él el mundo como voluntad es uno.
Nietzsche coincide con Schopenhauer, pues para él el mundo como voluntad es uno: “El fenómeno es representación y nada más; toda representación, de cualquier género que sea, todo objeto, es fenómeno. Sólo la voluntad es cosa en sí; y en cuanto tal no es representación sino algo diferente de ella.
Si la voluntad es el núcleo de todo lo individual, entonces la voluntad es una, y el mundo como voluntad, es uno. Sin embargo, en tanto que el mundo es Uno, no puede tener forma, porque la forma es algo que sólo se manifiesta entre los individuos separados. Entonces, quien ha atravesado el velo de Maya bien puede advertir que todo es simbólico: el mundo como representación sólo manifiesta la voluntad y así la simboliza. Los símbolos no son absolutos, y como el mundo como representación es un símbolo, luego, nada en el mundo como representación es absoluto, como parece que es en el mundo ordinario. Los objetos individuales sólo son expresión de la voluntad, el artista primigenio. Asi
damos con "el mundo como voluntad de representación". El nacimiento de la tragedia de Nietzsche opone a la verdad de Dioniso, la apariencia de Apolo: Apolo es la forma y la belleza, cuya expresión está en el diálogo y en la medida, la cual deviene en individuación, el mundo como representación de Schopenhauer. El aspecto dionisiaco de la tragedia es lo inexpresable por medio de palabras: la música y el baile del coro; y lo apolíneo es aquello que se puede expresar por medio de palabras: el diálogo y la forma y medida de la tragedia. Sin embargo, en este arte la última palabra, la expresión final, la tiene la palabra del coro.
El nacimiento de la tragedia, Nietzsche nos presenta a Apolo y Dioniso como instintos artísticos que se oponen mutuamente.
Lo específico del arte trágico es un enfrentamiento y conciliación de elementos contradictorios: uno de ellos es informe y desenfrenado, el otro es mesurado y por tanto, sabedor de sus límites. La belleza se opone a la verdad, porque ambas escenifican una lucha, que, sin embargo, las lleva a la reunión. Por lo tanto, no obstante que la verdad termina por devorar a la belleza, aquélla conservará los devorar a la belleza, aquélla conservará los rasgos de belleza en el fondo de verdad. Deberiamos dejar de cegarnos con la luz de las apariencias de Apolo y dejarnos llevar por el frenesi Dionisiaco. De-velar nuestras Mayas que ocultan la verdad.
Todo es fenomeno y apariencia, nosotros también. Sólo la voluntad en
nosotros puede lograr que creamos nuestros simbolos transformandonos asi en creadores de nuestro ser. viviente, con cuyo placer procreador estamos fundidos”. Entiendase para Nietzsche Apolo es belleza,